Porque los cocineros o foddies somos glotones, entonces
cuando regalamos el último pedacito de algo delicioso es amor infinito.
Nosotros amamos con el estómago, pensamos con el estómago
preferiblemente lleno, nos excitamos con
el estómago y cuando estamos cagados del susto nos duele el estómago. Acto
seguido mencionaré esa frase tan cliché: sentimos maripositas en el estómago
cuando nos enamoramos, aunque en mí a veces es más un como una codorniz
estrellándose contra el páncreas. Pero bueno
el asunto es que todas nuestras sensaciones se acumulan en ese músculo
gástrico, el Rey Gastro. Y el corazón…? Bueno en “nosotros” ya no es el protagonista
es como el actor secundario de una película de Brad Pitt.
Tenemos un sentido de posesión sobre las cosas y las
personas, nos conducimos por la vida con la autoridad que nos dan los cuchillos
afilados y la habilidad de deshuesar cualquier ser vivo. El egoísmo fluye tan naturalmente en nosotros
que traspasa la cocina y se mete en nuestra vida personal, intentamos saborear
y retener todo lo que podamos, literalmente.
El gusto manda sobre cualquier sentido, así que nuestra
percepción de la vida es hedonista, deliciosamente hedonista.
Te amo con mi estómago,
que es más grande que mi corazón. Y te amo egoístamente por eso si te
doy mi última cucharada de soffiatto de chocolate o
el último bocadito de un jugoso bife: mi amor, cásate conmigo!
COLETTE