Como sobreviviente de una escuela de cocina de esas que no son baratas les puedo decir que la cocina es una dulce madre que nos acoge a todos aquellos que disfrutamos el arte de llenar estómagos pero tambien es una bitch que nos juzga por nuestro origen no humilde.
Antes de seguir aclaro: no soy estrato 50 y no voy a Miami cada fin de semana, pero cargo el lastre de haber estudiado es una escuela "bien". Y digo lastre porque aunque ame la escuela donde estudie y creo que recibí una buena formación es un sello que nos marca, que nos pre juzga. Nos discrimina.
Y si, también es discriminación porque al empezar un nuevo trabajo siempre escuchas expresiones como: "Ahhh tu te graduaste de la escuela Pepito Perez... seguro que quieres trabajar aquí?" o "Seguro allá los enseñan a mandar no a picar" o "Que va... tu no aguantas este ritmo". Y eso duele en el corazón de roastbeef que tenemos, porque aún sin conocernos asumen que el dinero compra el conocimiento y quien no se quema no sabe.
Soy cocinera y elegí darme látigo en una cocina, sé a lo que me enfrento y no tengo miedo. No piensen colegas de otras escuelas que aunque vaya en taxi, tengo tantas ganas de comerme el mundo como ustedes, mi habilidad se demuestra cocinando y creando.
Muestro con orgullo mis pocas cortadas y quemaduras, eso no demuestra que sé poco sino que soy cuidadosa y precavida así como me enseñaron.
Espero que con el tiempo pese más mi experiencia y mi reputación que mi diploma y dejen de subestimarme. Por ahora mientras la construyo... comeré y beberé.
Mis tocinetas caramelizadas, que el Alka Seltzer los acompañe!
COLETTE